Ermita de San Frutos

 

      La ermita de San Frutos está ubicada en los restos de un antiguo priorato benedictino, situado en un meandro del río Duratón, allí donde forma sus famosas hoces, en la provincia de Segovia. Esta ermita formaba parte de lo que algunos llaman para la época mozárabe el conjunto monástico del Duratón; a este conjunto pertenecían las ermitas de la Virgen de la Calleja, la de Santa Engracia, la románica de San Julián, la de San Valentín, la de Santa María de Molinilla y la de San Valentín.

      La verdad es que merece la pena visitar el lugar, abrupto y áspero nos hace volar la imaginación hasta el pasado y pensar lo difícil que debió resultar la vida en este lugar para los monjes que lo poblaron. Recrear la vista desde las alturas observando el zigzagueante río y escudriñar las paredes verticales que lo custodian en busca de los buitres que moran en ellas es, sin duda, un placer para los sentidos. Atravesar a pie la paramera y encontrarse el espectáculo creado por el río Duratón al herir el terreno en tajo serpenteante resulta sorprendente para todo aquel que visite el lugar por primera vez. Una visita sin duda recomendable, sobre todo si antes o después paramos en Sepúlveda y en uno de sus "figones" degustamos su famoso cordero (doy fe de que la fama es merecida).

                              

              

       San Frutos es el patrón de Segovia. Nació en el siglo VII en el seno de una familia rica. De común acuerdo con sus hermanos Valentín y Engracia vendieron sus pertenencias, las repartieron entre los pobres y decidieron vivir  como eremitas a la orilla del río Duratón.

Valentín y Engracia vivieron en sendas cuevas en la ladera del río, y Frutos en lo alto de una roca terminada en altiplanicie; allí edificó un oratorio en honor de Nuestra Señora. Murió hacia el año 715 y fue enterrado por sus hermanos en la misma ermita que había vivido. Esto es lo que nos cuenta la tradición llegada hasta hoy.

      La actual ermita es una construcción románica del siglo XII que se levantó sobre una anterior ermita visigótica del siglo VII. Algunas de las piedras utilizadas en la construcción son de la época romana. En el exterior, y al pie de su ábside, se encuentra una pequeña necrópolis formada por unas tumbas esculpidas en la roca que al parecer datan del siglo X.

      En el año 1076 Alfonso VI cede esta ermita a los monjes de San Sebastián de Silos, hoy Santo Domingo de Silos. Estos reconstruyen la ermita (la consagran en el año 1100) y habilitan el lugar para que vivan en él algunos monjes. Se trata así de la primera fundación del monasterio de Silos, solamente tres años después de la muerte de santo Domingo de Silos, y en el mismo año en que fue canonizado. Con la entrada del monasterio con su priorato en la Congregación Benedictina de Valladolid en el siglo XVI, el priorato llegó a convertirse en el monasterio de ‘castigo’ al que se enviaban a los monjes ‘rebeldes’ de toda la Congregación.  El Priorato estuvo ocupado por los monjes de Silos hasta la desamortización de  Mendizabal en 1835. Todos sus bienes menos la iglesia pasaron a propiedad privada.

                 

                                   

       Para acceder a los restos del complejo monástico hay que atravesar un pequeño puente de piedra que salva una grieta conocida como “la cuchillada”. Nada más pasarla, a la izquierda, nos encontramos con una gran cruz de hierro sobre pedestal pétreo con las siete llaves de Sepúlveda. Esta cruz se instala en este lugar en el año 1900. Lo curioso es comprobar que eligieron para ello un Punto de Meditación de 11500 UB.

                                    

            

       Ya dentro de la ermita, en la capilla del ábside situado a la izquierda del altar mayor nos encontramos con dos aberturas bajo el retablo que permiten la entrada y salida de una persona en posición agachada. En el interior hay un bloque de piedra que puede que fuese el pie del antiguo altar utilizado por san Frutos. Cuenta la tradición que los varones que  dan tres vueltas bajo el altar tocando con su cuerpo este bloque pétreo quedan libres de padecer hernias.

       El vórtice de 24500 UB que dio origen a que la primitiva ermita se construyese en este y no en otro lugar se encuentra tras el altar de la construcción actual, en lo que era el antiguo altar de pared o altar retablo. El vórtice se encuentra exactamente sobre el lugar destinado a poner dentro de la piedra del antiguo altar las reliquias de algún santo. El ábside actual parece ser de mediados del siglo XII, es decir, posterior a la consagración de la iglesia. Ello significa que el altar anterior, el consagrado en el año 1100, que presumiblemente era exento como el actual, sitúa el vórtice sobre el lugar destinado al sacerdote.

                   

                   

      Convento de la Hoz

     

En una de las hoces cercanas, a unos tres kilómetros de San Frutos, se encuentran las ruinas del convento franciscano del siglo XIII de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz. Es de difícil acceso, ya que la construcción de un embalse en sus inmediaciones imposibilita el acceso por vía terrestre durante la mayor parte del año. En los meses de estiaje queda libre una senda de acceso, pero durante el resto del año es necesario utilizar una barca para acceder al lugar.

No he tenido la ocasión de visitar estas ruinas, pero puedo asegurar que su iglesia fue construida sobre un vórtice de 19500 UB. Al parecer ya existían las ruinas de otro templo en este lugar, quizás de un importante eremitorio en época visigoda; sobre ellas se apareció la Virgen a un pastorcillo reclamando ser venerada en aquel lugar. 1231 es el año probable en que se hace la donación del lugar a los franciscanos. Por este convento pasaron la reina Isabel la Católica y el rey Felipe II, e hicieron importantes obras en el mismo.

             

       Cueva de los Siete Altares    

      Antes he mencionado las siete llaves de Sepúlveda. En esta zona el número 7 cobra una singular fuerza, porque siete son las puertas de Sepúlveda, siete los milagros de San Frutos y supuestamente siete los altares de una ermita rupestre que podemos encontrar en las cercanías. Por desgracia ya solo se pueden admirar cuatro sin saber si realmente alguna vez llegaron a ser siete. Actualmente el acceso a la gruta se haya protegido por una verja.

                       

                       

      La Cueva de los Siete Altares, así es como se conoce en la zona este eremitorio rupestre, es considerado como el primer templo cristiano de la provincia. Se cree que la roca fue excavada agrandando una hendidura del terreno en época visigoda. Las hornacinas fueron talladas en la roca y después pintadas. Estas hornacinas son consideradas altares por los investigadores. Delante de una de ellas existe un vórtice de 13500 UB.

                                        

 

 

                                                    Epifanio Alcañiz

                                                      Investigador de las energías telúricas

 

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